Parte muy importante para la autorregulación emocional es llamarle por su nombre a la emoción experimentada.
Aquí el gran obstáculo puede ser un vocabulario emocional pobre, si sólo se conocen dos binomios afectivos como “estoy enojado” o “estoy contento”, “estoy alegre” o “estoy triste” la tendencia será nombrar a todas las emociones de la misma manera y por lo tanto el desenlace de cualquier emoción será en estos estados afectivos.
No es lo mismo estar enojado por no saber expresar el hambre a decir “estoy hambriento”.
Mientras que el enojo puede ser un estado afectivo perturbador y con el riesgo de lastimar las relaciones interpersonales por comunicarlo en una forma inadecuada el estar hambriento es una emoción pasajera que se resuelve con comer. Para nombrar las emociones es requisito contar con un amplio vocabulario emocional y también ser creativo cuando no hay una palabra para la emoción.
En un curso de inteligencia afectiva una persona compartía: hoy me siento “espiri-sada”, y completaba su idea: cansada en el cuerpo pero realizada en el espíritu. La emoción habita en el interior de la persona y saber nombrarla es clave para expresarla.
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